Fotografiar la vida salvaje… ¿por qué?

Un encuentro con una pequeña hembra de lince ibérico en Andújar.
El autor dentro de un «hide», que es como se denomina a los escondites fotográficos en el argot de esta disciplina.
Un fotógrafo espera camuflado a que asome alguna nutria o, si toca el premio, el lince ibérico.
Un fotógrafo vuelve al coche por la noche después de un intento de fotografiar a unos búhos reales.

Fotografiar la vida salvaje no es estar de dependiente en una tienda, ni trabajar de 9 a 3 como funcionario. No puedes quedar con un lince o una avutarda. El comportamiento de tu modelo determina lo que tienes que hacer, cómo tienes que hacerlo y a qué hora. Muchas veces tienes que permanecer oculto durante muchas horas, y nadie te asegura buenos resultados. Es normal que tengas que volver a casa sin haber hecho ni una sola foto, o que tengas que tirar la mayoría o todas las fotos que has hecho ese día. No puedes ser quisquilloso. Lo mismo se te hielan las manos con el frío que se te empaña el visor por el sudor de la cara. Ahora estás aquí y dentro de un rato no sabes dónde vas a estar. Acabas por volverte salvaje, sujetándote a las mismas leyes que tienen los animales a los que sigues. La fotografía naturalista no es un arte, más bien es una puesta a prueba de las capacidades físicas y psicológicas de uno mismo. Te tiene que gustar realmente esto para aguantarlo todo sin una sola queja, y sobre todo para llegar a compenetrar con la naturaleza, sin duda algo imprescindible para obtener unos mínimos resultados. No ganamos para bolígrafos para apuntar las horas extras.

Varios hides colocados frente a un posadero preparado para fotografiar pequeñas aves forestales.
Un hide colocado con el objeto de fotografiar abejarucos.
A veces no hace falta hide, como en este caso, donde se pretendía fotografiar a las aves de una laguna a contraluz.
Imagen de una cigüeñuela fruto de la explicación de la foto anterior.

Los equipos que trabajan la naturaleza no se caracterizan precisamente por el delicado trato que reciben. Alguna vez se te moja la cámara por la lluvia, otras veces se calienta en exceso por el calor estival, por no hablar del polvo o de las bajas temperaturas. Es normal tener que meter el trípode en un arroyo para fotografiar una simple rana o cualquier pájaro a ras del agua. Si quieres la foto, muchas veces lo tienes que hacer. Alguna vez se me ha volcado el equipo dentro de un arroyo o se me ha inundado una carcasa submarina dentro del mar, y eso no hace mucha gracia.

Los galápagos normalmente se asustan de la gente, por eso a veces es una buena opción colocar una cámara haciendo fotos en serie y alejarse para captar el momento en el que el animal empieza a moverse.
Imagen de un galápago leproso fruto de la explicación de la foto anterior.
Los galápagos normalmente se asustan de la gente, por eso a veces es una buena opción colocar una cámara haciendo fotos en serie y alejarse para captar el momento en el que el animal empieza a moverse.
Imagen de un galápago leproso fruto de la explicación de la foto anterior.
En esta ocasión se colocó una cámara con un objetivo angular delante de un nido de abejaruco para captar las entradas de los adultos para alimentar a los pollos. La cámara era accionada a distancia con un cable de teléfono conectado al disparador. Para fotografiar nidos es necesario tener una autorización administrativa.
Imagen de un abejaruco fruto de la explicación de la foto anterior.
En este caso no es necesario ubicar un hide en este nido de cigüeña porque se pueden hacer las fotos desde una zona de paso de personas sin molestar a las aves.
Imagen de una cópula de cigüeñas fruto de la explicación de la foto anterior.
La lluvia no es un problema si se se protege adecuadamente el equipo.

Los fotógrafos de naturaleza no somos reporteros, sino que intentamos mostrar al público la vida salvaje de la forma más real, clara y espectacular posible, mezclando veracidad con ciertas dosis de improvisación. Tenemos que ser fotógrafos y naturalistas al mismo tiempo. Rara vez reparamos en tiempo o en esfuerzo; hay que conseguir siempre la mejor imagen, a costa de lo que sea salvo de interferir negativamente en la naturaleza, evidentemente. Para un verdadero naturalista, la fotografía es siempre menos importante que el bienestar de lo fotografiado. En el campo no valen las distracciones, hay que estar en el sitio justo en el momento justo. A veces hay que ser realmente pesado. Si hoy no hemos conseguido la foto que queremos, mañana será otro día. Y si no, quizá lo consigamos pasado mañana. O el año que viene. No podemos permitirnos el lujo de que se nos escape nada, pues la naturaleza no siempre nos va a dar dos oportunidades. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, pero sin prisas.

El autor dentro de un hide ubicado para fotografiar aguiluchos cenizos.
Imagen de un aguilucho cenizo fruto de la explicación de la foto anterior.
Con un poco de paciencia se puede fotografiar a las aves desde la orilla de una laguna.
Imagen de un cormorán grande fruto de la explicación de la foto anterior.
A veces, para fotografiar a determinadas aves en su posadero habitual, nunca viene mal pedir permiso para que nos dejen subir a alguna azotea.
Imagen de una pareja de cigüeñas blancas fruto de la explicación de la foto anterior.
Incluso desde el coche se pueden fotografiar muchos animales, ya que muchas especies no temen tanto a los vehículos como a la forma de un humano al descubierto. Os invito a descubrir al lagarto ocelado que aparece en esta foto.
Imagen de un lagarto ocelado fruto de la explicación de la foto anterior.

Hay personas que creen que esto de fotografiar animales es como irse de cacería, pero nada más lejos de la realidad. Un cazador puede disparar desde una distancia considerable, mientras que nosotros no sólo nos tenemos que poner un conejo a 4 metros o un pajarillo a un metro y medio, sino que tenemos que hacerlo a la vez que conseguimos mantener la tranquilidad de estos animales, para que sea esto lo que reflejemos en nuestras fotos. No es nada fácil, por ejemplo, conseguir una foto de un par de abejarucos copulando a 3 metros de nuestro objetivo. Los cazadores, por otro lado, nunca se quedan sin poder disparar porque su escopeta le dé medio segundo de exposición. Fotografiar la naturaleza es, pues, una actividad extremadamente difícil.

Fotografiar en compañía de amigos es mejor que hacerlo solo. En este caso estábamos fotografiando aguiluchos cenizos.
Imagen de un aguilucho cenizo fruto de la explicación de la foto anterior.
Existen empresas que facilitan el acceso a hides para fotografiar especies que cuesta encontrar en otros sitios, debido a que se ubican en el interior de fincas privadas a las que no todo el mundo accede normalmente.
Imagen de una pelea de buitres negros fruto de la explicación de la foto anterior.
En algunos casos es necesario acceder a hides permanentes para la fotografía de especies protegidas, como este para fotografiar avutardas.
Imagen de una avutarda fruto de la explicación de la foto anterior.

Pero no todo es trabajar. Cuando consigues contarle los pelos del bigote a un lince ibérico sin necesidad de haberte escondido en un “hide”, o cuando llevas varios años siguiendo los movimientos de una pareja de búhos reales y de pronto por fin se te posa uno justo delante de la luna, todo el trabajo realizado anteriormente se ve gratamente compensado. Mucha gente permanece varios días con sus noches a la puerta de un campo de fútbol para conseguir los mejores puestos en el concierto de su ídolo, y los tachan de locos. Nosotros tenemos que hacer algo parecido para conseguir fotografiar a los animales que nos gustan. Pero después de esperar el tiempo necesario, estos aparecen, y ahí estamos nosotros en primera fila para no perdernos ni un solo detalle de nuestro «concierto».

Hide permanente en una charca, habilitado principalmente para fotografiar especies de animales que acuden a beber agua.
Imagen de unmartín pescador durante un chubasco, fruto de la explicación de la foto anterior.
Durante un hacking para lechuzas se pudo fotografiar a estas aves posadas en troncos colocados para tal fin desde el interior de una de las clases de un colegio.
Imagen de una lechuza blanca fruto de la explicación de la foto anterior.
Un grupo de personas durante un taller fotográfico donde se pudo acceder al interior de uno de los cercados para fotografiar una manada de lobos en semicautividad.
Imagen unos lobos ibéricos fruto de la explicación de la foto anterior.

Capturar animales salvajes en una película fotográfica o en un sensor digital, ya sea a pecho descubierto o desde en interior de un escondite, requiere habilidad, conocimiento de la especie a fotografiar y sobre todo mucha suerte, aunque bien cierto es que si no salimos al campo no vamos a tener esa “suerte”. Es IMPRESCINDIBLE conocer a los animales que fotografiamos. Una persona que esté familiarizada con el comportamiento de los animales que va a fotografiar y tenga unos conocimientos mínimos de fotografía puede conseguir muy buenas imágenes, pero alguien que no haya visto un “bicho” en su vida, aunque sea el mejor fotógrafo de deportes o de retratos del mundo, no tiene nada que hacer en el campo. En esto, como en casi todo, se necesita mucha experiencia para obtener buenos resultados, además de grandes dosis de paciencia. Una paciencia que en la mayoría de los casos raya en estupidez (por lo menos a ojos profanos), pero imprescindible para desarrollar esta actividad con éxito. Pero la insistencia da sus frutos, y tarde o temprano se verá reflejado en los resultados. No importa cuál sea tu nivel de experiencia y habilidad; “cazar” animales con una cámara siempre va a suponer un reto incluso para el más “todoterreno” de los mortales.

La colocación de cámaras trampa accionadas con el movimiento de los animales permite al fotógrafo conocer qué especies hay en una zona determinada sin llegar a molestarlas.
Una cámara trampa permitió ubicar la madriguera de unos tejones, donde se colocó una cámara réflex con una barrera de infrarrojos para intentar fotografiarlos. En este caso no se consiguieron fotos decentes.
Interior de un hide permanente para fotografiar quebrantahuesos. Este hide está preparado de forma que se puede permanecer en él durante varios días seguidos.
Hide permanente preparado para fotografiar aves rapaces. El exterior se puede ver a través de un cristal, que en sentido contrario se ve como un espejo.
A veces ni siquiera hay que esconderse ni andar mucho. Desde la misma carretera se puede observar buitre negro, cigüeña negra y hasta un nido de águila imperial.
Los niños son nuestro futuro, y nunca está de más iniciarlos en el mundo de la fotografía de fauna salvaje. En este caso intentaban fotografiar unos búhos reales que se podían ver desde el coche.