Los últimos pastoreos por la campiña.

Uno de los aspectos más importantes es mantener al rebaño junto para poder trasladarlo con mayor seguridad.
Manolo acompaña a su padre cada vez que le apetece, sembrando así la semilla de una nueva generación de pastores.
Las lluvias garantizan el mantenimiento de buenas zonas de pasto para el ganado.

En la campiña montillana y sus alrededores, la figura del pastor de cabras y ovejas está en peligro de extinción. Esta tradición milenaria, que ha sido el sustento de muchas familias durante generaciones, enfrenta un declive acelerado debido a los cambios sociales, económicos y ambientales que afectan la región.

El avituallamiento es una parte muy importante durante el trabajo.
Una oveja descarriada obliga a los pastores a bajar hasta un arroyo cercano.

El pastoreo, una práctica que combina conocimiento ancestral con una profunda conexión con la naturaleza, ha sido durante siglos parte esencial del paisaje rural de Montilla y sus alrededores. Los pastores guían a sus rebaños de cabras y ovejas a través de lomas y valles, aprovechando los pastos naturales y contribuyendo al mantenimiento del ecosistema. Las ovejas, por ejemplo, ayudan a controlar el crecimiento de malezas, mientras que las cabras son capaces de alimentarse de vegetación más dura, lo que contribuye a prevenir incendios forestales.

Manolo, ahora más mayor, continúa con el relevo de su padre, colaborando así para que la esencia del pastoreo nunca se acabe.
A más de 40ºC de temperatura, tanto los pastores como los animales se merecen un descanso a la sombra justo después de comer.

Sin embargo, en los últimos años, el pastoreo tradicional ha comenzado a desaparecer. Las razones son múltiples. Por un lado, el envejecimiento de los pastores y la falta de relevo generacional han reducido drásticamente el número de personas dispuestas a dedicarse a esta profesión. Por otro lado, los bajos precios de la leche y la carne, combinados con el aumento de los costos de producción, hacen que sea cada vez más difícil mantener esta actividad económicamente viable.

La calima del verano no impide el trabajo diario.
Los rigores del verano conducen a las ovejas a un punto de agua para calmar la sed.

Además, la urbanización y la expansión de terrenos para otros usos han reducido los espacios destinados al pastoreo. Muchos pastores se enfrentan a la pérdida de rutas tradicionales y a la dificultad de acceder a pastos comunales que durante décadas fueron su principal recurso. Por si fuera poco, el cambio climático también está dejando su huella: los periodos de sequía más prolongados y las lluvias irregulares afectan la calidad y disponibilidad de los pastos.

Durante años, los mulos y los burros siempre han sido componentes indispensables del equipo.
En pleno verano, la campiña se convierte prácticamente en un desierto donde el pasto abunda poco.

Sin embargo, algunos pastores resisten, aferrándose a sus tradiciones y adaptándose a los nuevos tiempos. En Montilla y alrededores, todavía es posible encontrar pequeños rebaños de cabras y ovejas que recorren las praderas bajo el cuidado de pastores que, además de mantener viva esta tradición, producen quesos artesanales, leche y otros productos de alta calidad. Estos pastores también están encontrando apoyo en iniciativas locales que buscan proteger la cultura pastoril y fomentar un consumo responsable de productos locales.

Durante las paradas, el uso de los dispositivos digitales ayuda a pasar las horas.
La cercanía de un arroyo no garantiza la disponibilidad de agua en un entorno donde la mayoría de los cursos de agua son estacionales.

El papel de las instituciones también es crucial. En la campiña montillana, organizaciones y cooperativas están trabajando para garantizar que las nuevas generaciones vean el pastoreo no solo como una profesión tradicional, sino como una opción sostenible y necesaria para el cuidado del medio ambiente y la producción de alimentos. Programas de formación, ayudas económicas y el fomento del ecoturismo son algunas de las herramientas que se están utilizando para revitalizar esta actividad.

A la hora de cruzar la carretera, un trabajo eficiente siempre es la forma más efectiva de garantizar la seguridad.
Siempre ha habido polémica con el tema de los depredadores naturales, y la seguirá habiendo. Esta foto ha sido realizada en condiciones controladas usando lobos en cautividad.

A pesar de los desafíos, los últimos pastores de la campiña continúan desempeñando un papel fundamental en la preservación del paisaje y la biodiversidad de la región. Su trabajo es un recordatorio de la importancia de las prácticas tradicionales en un mundo cada vez más desconectado de la naturaleza. Si bien el futuro del pastoreo en la campiña montillana es incierto, su legado sigue vivo en cada rebaño que recorre los campos y en cada historia compartida por quienes se niegan a abandonar esta forma de vida.

Un rebaño de cabras pasta cerca del castillo de Dos Hermanas, en Montemayor.
Muchas de las fuentes públicas forman parte de los antiguos caminos de la Mesta y se construyeron expresamente para abrevar a los animales, suponiendo un alivio para el ganado en entornos secos y calurosos como el sur de España.
Las salidas al campo, más que un mero trabajo, se convierten en una forma de vida para las personas que se dedican al pastoreo.